jueves, 18 de marzo de 2010

Un dia en La Glorieta


Las plazoletas de Barrancas ocupan tres manzanas, repletas de caminos, ascendentes o descendentes (a causa de las características del suelo), y monumentos (estatuas, mástiles, entre otros) que muestran un rasgo colonial impregnado en su arquitectura; su vegetación también refiere a su historia, pues hay decenas de árboles ancestrales que enraman el cielo nocturno con hojas y flores. Bajo ese techo, varias garitas de colectivo resguardan personas que parten y arriban, varios carritos propiedad de los cartoneros descansan sobre el pasto, parejas de enamorados pasean por los caminos, hay vecinos, transeúntes, etc. La diversidad es la marca de este espacio.

Al caer la noche, se escuchan los primeros tangos. Los faroles se encienden, iluminando las plazoletas y, en una de ellas, La Glorieta. Se trata de una galería circular, rodeada por unas finas columnas que llegan hasta un techo con forma de pagoda; el hierro dibuja detalles en las rejas y columnas que bajan hasta las escalinatas donde inicia la pista de baile. “Entre cinco parejas de amigos decidimos probar, bailar algo entre nosotros. Durante los primeros seis meses no venía nadie, éramos nosotros, de esto hace 14 años. Hasta que de a poquito empezó a aparecer gente, se fue formando la milonga de esta manera, fue muy de abajo, muy de a poco”, cuenta uno de los fundadores de la milonga en La Glorieta, Andrés (de 61 años).

Ni la oscuridad ni el frío son obstáculos para los bailarines, vecinos o curiosos que la visitan. Este espacio público devenido pista de baile puede resultar extraño a los visitantes, no obstante, uno de los aprendices, Maximiliano (25 años), aclara: “El lugar público es para todos, es para los vecinos que bailan poco pero bailan, gente que viene a aprender, que le interesa, observa, mira y asiste a las clases”; por otro lado, Maria Elena (55 años), bailarina y vecina, comenta sus sensaciones: “Es como una continuación de la familia porque acá nos conocemos todos, somos todos del barrio, mal que mal es como una gran familia. Me resulta más agradable, más cómodo venir acá que ir a una milonga”.

De jueves a domingos, de 19 a 22, La Glorieta reúne a esa “familia” que los testimonios confirman: otra bailarina, Karina (45 años), añade: “Es un grupo de amigos que se juntan, nos conocemos, somos una gran familia. De repente vas a alguna tanguería o una milonga, y es más reservado, cada uno está en la suya, o hay grupetes que no se unen mucho unos con otros”. Este viernes, la “familia” sobrepasa la centena.

Cada persona que arriba a La Glorieta se saluda con besos y abrazos, el cariño es evidente. La concurrencia es variada, hay bailarines profesionales y aprendices, de jóvenes a adultos mayores, turistas, vecinos que jamás bailaron pero escuchan tango, otros que pasean sus perros y se detienen ante la danza, no obstante, todo trato es fraterno. Andrés, continuando su testimonio, esboza una explicación sobre esta relación: “En el mundo hay mucha soledad, mucha gente solitaria. El tango es la única danza que permite bailar abrazados, no hay otra danza así. Bailar abrazados es una manera de acercarse, de conectarse, de no sentir soledad, de sentirse protegido”.

El tango es una danza de emociones y eso manifiestan los entrevistados. Hay quienes recuerdan a sus padres como sus iniciadores, entonces el relato entrecorta su voz y llena sus ojos de lágrimas (el caso: Ezequiel de 29 años y Claudia de 36 años, ambos perdieron a sus padres), hay otros que encontraron en su pareja de baile a su pareja de amor (el caso: Karina); incluso hay quienes se refieren al tango como una terapia que los abstrae de su rutina (el caso: Maria Elena). Las historias de vida se cruzan con el tango, entonces la danza funciona como una sanación. Sharon, una bailarina norteamericana (36 años), cierra esta idea: “Las palabras no son las palabras, son las palabras del cuerpo. Si toda mi vida yo pudiera sentir igual que cuando bailo o escucho tango yo no tendría nada de que quejarme”.

Nota: puede encontrar la imagen y una breve reseña aqui.

sábado, 30 de enero de 2010

Donde los miedos no.

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Recuerdo las palabras de Pablo Perez, escritor argentino y docente (de Redacción y Gramática, fue mi caso). Por aquellos años mi escritura era incipiente, estimulada por el ímpetu desbordante del momento antes que por la narrativa o el deseo de contar una historia. Entonces, le preguntaba a Pablo si existía algún camino que me permitiese concluir una historia, empezarla y terminarla, hacerla interesante e incluir en su estructura la esquiva vuelta de tuerca que hace a un texto recordable, fue allí, rodeado de mis compañeros de curso, sudando la crueldad del verano porteño, encapsulados en un aula con dos ventiladores de techo y un turbo bien ochentoso, allí, donde la calma era un don y enhebrar ideas congruentes un salvavidas en el diluvio, Pablo dijo: "quizás no tengas nada para contar".

Mi remera azul exhibía las huellas del clima nocturno, rodeada de aureolas azul oscuras en un talle small de azul marino, empapado en sudor. La respuesta resulto aplastante, seque las gotas que pendían sobre mi frente, aun abrumado.

Todos allí fuimos alcanzados por sus palabras, atravesados, heridos, aterrados quizás por haber desnudado el miedo instantáneo que cualquiera percibe ante la hoja en blanco, ante el vacío. Temor impulsivo que desarma el intelecto por donde transitan las ideas forjadas durante años de estudio, experiencias y relatos y sensibilidad. Momento cruel que despoja de lo que se creyo cierto e inhibe el sentimiento, el pensamiento, la escritura. Pablo, colocaba obstáculos mencionando monstruos de gruesa historia, pesados de tanta corporalidad, insoportables, con solo pronunciarlos.

Habría de terminar historias, de esas que inician y concluyen, de esas que presentan personajes que ocultan su verdadera naturaleza, intente la vuelta de tuerca, quise utilizar métodos, técnicas, en fin, concluir una historia, lo hice, sin éxito, cargando con el peso de la ausencia de aquella característica principal que recorre a los buenos textos: ser recordable.

lunes, 11 de enero de 2010

Hombre Perdido / Dia 2


Primero: un hombre.


Segundo: un puente.

Arribar a un nuevo escenario como turista, u outsider, implica reordenamientos internos tan abruptos y arrebatados que seria difícil asegurar que continúo manteniendo una línea o si estoy divagando, o, mejor aun, improvisando sobre un ritmo de expectación que no es el mío. Por eso mismo, enfrentarse a un misterioso escenario no debería tener nada por seguro, aunque como usual outsider siempre plantee la posibilidad de prever que allí dentro las diferencias serían instantáneas, y si así lo fueran no habría de espantarme por ello, y si estas predicciones fueran ciertas actuaría con naturalidad o simplemente fluiría junto al ritmo del espacio desconocido.
Continuando esta línea, los sitios donde mi presencia resulta extranjera nunca fueron interpelados por los nativos (quienes pertenecen allí), o sea, mis pasos inspiraron confianza antes que extrañeza.

Tercer día, tercero dedicado a pensar sobre el Hombre Perdido, tercero buscando locaciones que inspiren la materialidad del argumento, espacios físicos y tangibles que deberían ordenar mis ideas, decidirse a estructurar los fragmentos perdidos en mi inconsciente. Entonces, arribo al lugar. Espero a un lado de la escalera mientras varias personas terminan de descender. Supongo que nadie desea ser fotografiado gratuitamente, de hecho, recuerdo haber tenido problemas sobre este asunto: una mujer pidiendo que por favor borre la fotografía que había tomado, aunque ella no aparecía en el centro de la imagen; además, un hombre, realmente alterado, “pibe no saques fotos, no saques, pibe”. Todos descienden. Cámara en mano, a punto de iniciar mi propio trayecto escaleras arriba, un hombre, un hombre de pantalones cortos (lo muestra la imagen), me dice: “amigo, ¿me sacas una foto?”. Envuelto en una ligera desorientación, no contesto pero enmarco su figura en la lente, bajo la luminosidad, enfoco y gatillo: clic. Digo: “listo, nos vemos”, me saluda agitando una mano y nos despedimos.

El lugar (segunda imagen), es infinito y me confunde.

lunes, 4 de enero de 2010

Hombre Perdido / Dia 1

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Decidí tomar este asunto con responsabilidad.
Tiempo atrás conocí una banda de rock, repleta de artilugios de música electrónica y oscuridad de orientación ochentosa (oscura década), por entonces la creí trascendente y quizás realmente lo fuera, aunque solo existiesen un album (luego se desarmaron y sus integrantes formaron decenas de agrupaciones, todas ignorables). Sin embargo, Videodrone sobrepaso los argumentos musicales y pinchó una astilla en mi carne, esparciendo una infección que durante años pareció solapada bajo el flujo de otros pensamientos pero hoy despierta como método o incógnita de trabajo: la causa: un personaje: Ty Elam, su cantante, escuálida corporalidad que remitía de inmediato a Ian Curtis (cantante de Joy Division), aunque su oscuridad lírica y de vestuario fueron conducidas por la tendencia antes que por la espontaneidad, como al fallecido. En fin, al punto: este personaje afeitaba sus cejas, y, en su lugar, reemplazaba el bello facial por dos palabras: think / focus. Traducción mediante: Pensar y Focalizar. Pensar y focalizar, creo que el orden no altera la naturaleza de los factores.

La fotografia fue tomada en otra locacion, un puente, una secuencia donde el hombre perdido deberia ser abstraido por la altura, el inquietante silencio del espacio abierto que toma su cuerpo y vuelve fragil, entonces, escapa.

Primera dificultad: al filmar habria que esquivar los instrumentos de vigilancia que recorren cada espacio, y donde, por supuesto, nosotros seremos invasores, censurables; habria, entonces, de actuar con rapidez.
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sábado, 2 de enero de 2010

Hombre Perdido / Dia 0

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En el numero 0 empieza este conteo. Arrancar por fuera de la numeración explica aquello que aun no inicia, y al mismo tiempo menciona por lo bajo la existencia de una progresión inminente: 1. 0 como una situación preliminar donde el inicio está latente.
Por momentos estático, el cero es un depósito de información que contiene el archivo histórico necesario para escribir sobre los caminos transitados en su devenir, los capítulos anteriores y constitutivos de sus eventos y personajes. Cero funciona como un cofre donde se guardan recuerdos y escritos. Cero es antes de uno, en este caso.

Sobre la posible historia, comente lo siguiente: "se trata de un hombre perdido entre puentes y túneles. Lleva consigo una maraca que marca la pulsión rítmica del espacio y el viaje".

La fotografía fue tomada en una de las locaciones a filmar, pronto, espero.


lunes, 7 de diciembre de 2009

Musica y Postmodernidad (apuntes)

Musica en la Postmodernidad

Nacimiento del posmodernismo


El posmodernismo puede ser considerado una respuesta al modernismo que defiende los productos de la actividad humana —particularmente los manufacturados o artificiales— como el sujeto central del arte misma, y la idea de que el propósito del arte es focalizar la atención del público sobre objetos para su contemplación, tal como el crítico Steve Hicken lo explica.

Esta teoría del modernismo vuelve a la Escuela dadaísta ejemplificada por Duchamp, y al collage de música concreta, así como los experimentos con música electrónica de Edgard Varèse y otros. No obstante, el posmodernismo defiende que éste fue el modo primigenio de existencia humana, un buceo individual en el mar de producción del hombre.

John Cage es una figura prominente en la música del siglo XX; su influencia fue creciendo durante su vida, y hoy es recordado por muchos como el fundador de la música postmoderna. Cage cuestionó la misma definición de música en sus piezas, e insistió en la filosofía de que todos los sonidos son esencialmente música. En su 4’33” confronta al oyente con su idea de que los sonidos no intencionales son tan musicalmente válidos como los originados por un instrumento. Cage también usó notablemente música aleatoria, y sonidos hallados con el objetivo de crear un estilo de música interesante y diferente. Su música no solamente se basa en el argumento de que no hay “música” o “ruido” sino sólo “sonido”, y que las combinaciones de sonidos hallados constituyen eventos musicales, sino también en la importancia de focalizar la atención y en la “invención” como esenciales al arte.

Cage, sin embargo, ha sido catalogado por algunos como demasiado vanguardista en su enfoque; por esta razón, muchos encuentran su música antipática. Resulta interesante analizar que la aparente oposición al indeterminismo de Cage, la música sobrestructurada de los serialistas, ha producido piezas de sonoridad similar, incluso muchos serialistas como por ejemplo Pierre Boulez o Karlheinz Stockhausen han utilizado procedimientos aleatorios. Michael Nyman dice en música experimental que el minimalismo fue una reacción generada por y contra el serialismo y el indeterminismo.

El posmodernismo encontró a la música y la pintura en momentos muy similares; por un lado la sobriedad, pureza, amor por la mecánica, abstracción y la trama en la que muchos rasgos modernistas fueron preservados, como el énfasis sobre el estilo personalizado y la experimentación. Sin embargo, los posmodernistas rechazaron la instancia hermenéutica del modernismo (la necesidad de estar en el ambiente del modernismo). En lugar de ello, el posmodernismo toma lo popular y lo reduce a su guía estética. Uno de los primeros movimientos que rompió con el modernismo se inspiró en el trabajo de Cage, y su énfasis en los sonidos por capas: el minimalismo.

Poliestilismo

Poliestilismo es el uso de múltiples estilos o técnicas musicales, y es considerado una característica posmoderna. Compositores poliestilísticos son, por ejemplo,

* Lera Auerbach,
* William Bolcom,
* Sofia Gubaidulina,
* George Rochberg,
* Magaly Ruiz,
* Alfred Schnittke,
* Dmitri Silnitsky,
* Valentin Silvestrov,
* Frederic Rzewski,
* Ezequiel Viñao,
* Frank Zappa,
* John Zorn,
* Santiago Sosa Rolón.

Minimalismo (1960-...)

Varios compositores de fines del siglo XX comenzaron a explorar lo que ahora llamamos minimalismo. La más específica definición de minimalismo refiere al dominio de los procesos en música donde los fragmentos se superponen en capas unos a otros, a menudo se repiten, para producir la totalidad de la trama sonora. Ejemplos tempranos incluyen En do (de Terry Riley) y Tamborileando (de Steve Reich). La primera de estas obras hizo que Riley fuera considerado por muchos el padre del minimalismo; es una pieza formada por celdas melódicas comprimidas, que cada intérprete en un conjunto toca a su propio tempo. La onda minimalista de compositores —Terry Riley, Mike Oldfield, Philip Glass, Steve Reich y La Monte Young, para nombrar los más importantes— deseaban hacer la música accesible para los oyentes comunes, expresando cuestiones específicas y concretas de la forma dramática y musical, sin ocultarlas bajo la técnica, sino más bien haciéndolas explícitas.

Una diferencia clave entre el minimalismo y la música previa es el uso de diferentes celdas "fuera de fase", a gusto de los intérpretes; compare esto con la obertura de El oro del Rin de Richard Wagner, donde a pesar del uso de triadas de celdas, cada parte está controlada por un mismo impulso y se mueve a la misma velocidad.

La música minimalista resulta controvertida para oyentes tradicionales. Sus críticos la encuentran demasiado repetitiva y vacía, mientras que sus defensores argumentan que los elementos fijos que a menudo son permanentes producen mayor interés en los pequeños cambios. De todas formas, el minimalismo han inspirado e influenciado a muchos compositores habitualmente no etiquetados como minimalistas (como Karlheinz Stockhausen y György Ligeti). Compositores como Arvo Pärt, Joh Travener y Henryk Górecki, cuya Sinfonía N.º 3 fue el álbum clásico más vendido en los años noventa, encontraron gran éxito en lo que se ha dado en llamar “minimalismo feliz” en obras de profundo sentido religioso.

La siguiente ola de compositores que incursionaron en este estilo no son llamados minimalistas por algunos, pero sí por otros. Por ejemplo, el compositor de ópera John Adams, y su alumno Aaron Jay Kernis. La expansión del miminalismo de un sistema musical a música dependiente de la textura para acompañar el movimiento ha generado una diversidad de composiciones y compositores.

John Cage

John Cage (Los Ángeles, 5 de septiembre de 1912 - Nueva York, 12 de agosto de 1992) fue un compositor e instrumentista estadounidense.

Estudió junto a los compositores estadounidenses Henry Cowell y Adolph Weiss y revolucionó la música contemporánea dotándola de un lenguaje caótico, continuando la trayectoria de Edgar Varèse y Charles Ives. Una de sus influencias fue el Zen, el cual le condujo en lo musical a usar silencios interminables, sonidos desconectados, casuales y atonales con un volumen, duración y timbre aleatorios.

En ocasiones dejaba que el azar eligiera sus composiciones. Por ejemplo, llegó a usar un método según el cual se perforaba una hoja de papel en los lugares en los que se encontraba alguna imperfección, para luego mediante un papel transparente iba calcando estas marcas sobre un pentagrama.

Ya en la década de los 30 comenzó sus primeros trabajos demostrando talento para ritmos imposibles e invenciones como su sistema de veinticinco tonos. Usó distorsiones para sus instrumentos llegando a declarar: "Creo que el uso de ruidos en la composición musical irá en aumento hasta que lleguemos a una música producida mediante instrumentos eléctricos, que pondrá a la disposición de la música cualquier sonido y todos los sonidos que el oído pueda percibir. Se exploran los medios fotoeléctricos, el filme y diversas mecanismos para la producción de música". Durante los últimos años de esta década Cage inventó el piano preparado, al cual le había insertado en el encordado una serie de tornillos, tuercas y trozos de goma y madera que dotaban al instrumento de una variedad nueva de posibilidades sonoras. Seguramente la composición más innovadora de entre las que compuso para este piano preparado es una una suite que dura 69 minutos llamada Sonatas and Interludes (1946-1948).

Cage usaba el término "música no-intencional" para algunas de sus obras. Un ejemplo es 4'33" (1952), cuya partitura no especifica sonido alguno que deba ser producido durante los 4 minutos y 33 segundos que dura la obra. La primera interpretación de la misma fue a cargo del pianista David Tudor.

En 1989 fue galardonado con el Premio Kyoto (Premio de la Fundación Inamori, Kyoto).

Enlaces:
Steve Reich - Four organs

John Cage - Sonatas and Interludes for Prepared Piano

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martes, 1 de diciembre de 2009

Nick Drake:cuando la lirica interviene el lenguaje, las imagenes se multiplican



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Sobre el vídeo: Nick Drake, un joven cantautor ingles de trágico final, describe una imagen intraducible para quienes hablamos castellano, ya que nuestra lengua no posee metáforas paralelas que puedan transcribir de igual forma la imagen onírica que Drake propone en Place To Be. Dice: "and i was green, greener than a hill", verde, y mas verde que una colina, aunque las palabras parezcan referirse a pigmentaciones o coloración, Drake propone el ciclo de la vida como imagen transitiva del hombre, del cuerpo, de la madurez de colores vivos en contraste temporal con la incipiente inmadurez verde como una colina, como el cesped de primavera, como el entrelazado de copas de arboles que siempre dan sombra -tan verde que no supo ver.